Cuando la oscuridad se bate en retirada
una luz incipiente
fría como el acero
anuncia otro principio.
Las calles yacen pálidas bajo el peso del hielo
los pájaros de vidrio
inclinan sus cabezas
al paso de la madrugada derrotada.
Apenas queda nadie acompañando el alba.
Sólo se oye el silencio.
Y siempre en este leve,
desconcertante instante de cansancio sutil,
de afónico latido
siento ganas de darle alcance al tiempo
y arrancarle en caliente
un arcón de segundas oportunidades.
Justo en ese momento
en que lo imaginario y lo existente
diluyen sus esencias
en un abrazo insólito
sería hermoso empezar muchas veces seguidas.
En este breve espacio que separa
las noches más oscuras del invierno
de la vida imparable y agitada
me dan ganas de ser todas esas personas que yo soy
además de yo misma.
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