domingo, 12 de junio de 2011

Carta (Miquel Martí i Pol)























Carta

Ahora que estoy muy solo y es de noche afuera
te escribo apenas para decirte que las cosas
nada han cambiado desde que nos dejamos,
que los árboles mueren lentamente, como siempre,
y el río sigue su curso de cada día.
Te escribo en el Pueblo y me crecen líquenes
en las manos, las palabras me resuenan
silencio adentro, entre libros y sueños.
Estoy tan solo que ni oso moverme.
El tiempo se me va entre el estorbo
que soy, si miro hacia atrás,
y el horizonte de ti que se me aleja.
Todo ahora es reposado, tal vez
porque el riesgo es mayor y me maravilla
saber que me lo juego a una palabra.
Siempre hay un gesto profundo que no se mide
ni con las manos ni con la voz, un gesto que nos deja
tan enfrente de nosotros que se diría
que hemos vuelto a nacer. Podría yo
llenar de presencias este silencio enorme
y, poco a poco, hacerlo el centro;
podría decirte cosas más concretas
para convertir en arena la soledad
y arraigarme en ella, pero entonces
un viento salado me heriría los labios
y amo más el ocio de hablarte.
He aquí pues: te escribo y es de noche afuera.
¿Qué más podría hacer por retenerte
si el tiempo nada puede ya contra la espera
que me he impuesto de ti, si no me llega
rumor alguno de la noche y estoy inmóvil
porque el silencio eres tú y temo perderte?
Cada palabra es una mano que se abre
para acoger a otra mano. Soy todo palabras
y me entrego entero porque crecer
no mancha ya mi piel ni me desconcierta.

Sé esto desde que cada cosa
se me hace presente, insólita y precisa,
al cerrar los ojos, desde que me golpea
la nostalgia como una pesadilla y vivo siempre
hacia mí mismo. Hay días -créeme-
en que me niego a pensar en ti. No quisiera
separarte del silencio ni someterte
a la medida del deseo, y en cambio
te me muestras tan clara que parece
que tengo la sangre llena de vidrios.

Ahora te escribo, ya ves, para decirte apenas
que todo es como antes, que nada cambia
en el fondo si no lo tocamos nosotros,
que sólo nos atañe este silencio
compartido, y el riesgo de creer y crecer
como árboles aislados que une, a ratos,
un mismo viento o una misma lluvia.



En la fotografía Miquel Martí i Pol
Trad. Adolfo García Ortega


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