"En febrero, cuando las mañanas estaban llenas de viento, de gorriones y
de luz azul. Me acuerdo. Mi madre murió entonces.
Que yo debía haber gritado: que mis manos tenían que haberse hecho
pedazos estrujando su desesperación. Así hubieras tú querido que fuera.
¿Pero acaso no era alegre aquella mañana? Por la puerta abierta entraba
el aire, quebrando las guías de la yedra. En mis piernas comenzaba a
crecer el vello entre las venas, y mis manos temblaban tibias al tocar mis
senos. Los gorriones jugaban. En las lomas se mecían las espigas. Me dio
lástima que ella ya no volviera a ver el juego del viento en los jazmines;
que cerrara sus ojos a la luz de los días..."
Sí, palabras de Susanita San Juan -¿no?-. Sí, ni una palabra de más en Pedro Páramo. Imprescindible. A Comala no se va porque no se vuelve. Gracias, Felipe.
ResponderEliminar