Se me ha quemado el pecho, como un horno
por el dolor de tus palabras
y también de las mías.
Hablamos del mundo, y desde el cielo
descendía su paz a nuestros ojos.
Hay momentos del hombre en que le duele
amar, pensar, mirar, sentirse vivo,
y se sabe en la tierra por azar
solo, inútilmente en ella.
Como si se tratase de algo ajeno
hablamos de nosotros
y nos vimos inciertos, unas sombras.
Con poca fe, con las creencias rotas
con un madero en la marea,
con toda la esperanza naufragando
porque no es la que llega a nuestra barca,
sólo la caridad nos redimía
del mal nuestro de ser.
Mirábamos la calle, rodeados
de luz, de tiempo, de palabras, de hombres.
Poema: Francisco Brines (Palabras a la oscuridad, 1966)
por el dolor de tus palabras
y también de las mías.
Hablamos del mundo, y desde el cielo
descendía su paz a nuestros ojos.
Hay momentos del hombre en que le duele
amar, pensar, mirar, sentirse vivo,
y se sabe en la tierra por azar
solo, inútilmente en ella.
Como si se tratase de algo ajeno
hablamos de nosotros
y nos vimos inciertos, unas sombras.
Con poca fe, con las creencias rotas
con un madero en la marea,
con toda la esperanza naufragando
porque no es la que llega a nuestra barca,
sólo la caridad nos redimía
del mal nuestro de ser.
Mirábamos la calle, rodeados
de luz, de tiempo, de palabras, de hombres.
Poema: Francisco Brines (Palabras a la oscuridad, 1966)
Fotografía: Manuel Couceiro. Gamla Stad, Estocolmo. Agosto de 2007
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