jueves, 2 de junio de 2011

La magia y la pérdida - Magic and Loss (Lou Reed)



"Hay mucha más poesía en algunas canciones 
que en libros enteros de poesía"
(Antonio Muñoz Molina)

Cuando pasas por el fuego
pasas por la humillación
pasas por un laberinto de dudas
Cuando pasas por la humillación
las luces pueden cegarte
Hay gente que nunca lo entiende
Cuando pasas por la arrogancia pasas por el dolor
pasas por un pasado siempre presente
y es mejor no esperar que la suerte te salve
Pasa por el fuego hasta la luz

Mientras pasas por el fuego
saludando con la mano derecha
hay cosas de las que debes desprenderte
El terror cáustico en tu cabeza
nunca te ayudará a salir
tienes que ser muy fuerte
porque empezarás desde cero
una y otra vez
Y mientras el humo se disipa
un fuego que todo lo consume
espera justo enfrente

Dicen que nadie puede hacerlo todo
pero en tu cabeza quieres hacerlo
pero no puedes ser Shakespeare
y no puedes ser Joyce
Así que no te queda más que
cargar contigo mismo
Y una rabia capaz de hacerte daño
Tienes que volver a empezar desde el principio
Y sólo entonces
ese maravilloso fuego vuelve a prender.

Cuando pasas por la humillación
Cuando pasas por la enfermedad
Cuando pasas por el Soy mejor que todos vosotros
Cuando pasas por la ira y el desprecio de ti mismo
Y tienes el coraje de reconocerlo
cuando el pasado te da risa
y puedes saborear la magia
que te permitió sobrevivir a tu propia guerra
descubres que ese fuego es la pasión
y que en lo alto hay una puerta, no un muro.

Cuando pasas por el fuego, cuando pasas por el fuego
trata de recordar su nombre
Cuando pasas por el fuego lamiéndote los labios
No puedes seguir siendo el mismo
Y si el edificio está ardiendo
dirígete hacia la puerta
pero no apagues las llamas
Hay un poquito de magia en todas las cosas
y alguna pérdida para equilibrar las cosas.

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When you pass through the fire
you pass through humble
You pass through a maze of self doubt
When you pass through humble
the lights can blind you
Some people never figure that out
You pass through arrogance you pass through hurt
You pass through an ever present past
and it's best not to wait for luck to save you
Pass through the fire to the light

As you pass through the fire
your right hand waving
there are things you have to throw out
That caustic dread inside your head
will never help you out
You have to be very strong
'cause you'll start from zero
over and over again
And as the smoke clears
there's an all consuming fire
lying straight ahead

They say no one person can do it all
but you want to in your head
But you can't be Shakespeare
and you can't be Joyce
so what is left instead
You're stuck with yourself
and a rage that can hurt you
You have to start at the beginning again
And just this moment
This wonderful fire started up again

When you pass through humble
when you pass through sickly
When you pass through
I'm better than you all
When you pass through
anger and self deprecation
and have the strength to acknowledge it all
When the past makes you laugh
and you can savor the magic
that let you survive your own war
You find that that fire is passion
and there's a door up ahead not a wall

As you pass through fire as you pass through fire
trying to remember its name
When you pass through fire licking at your lips
you cannot remain the same
And if the building' burning
move towards that door
but don't put the flames out
There's a bit of magic in everything
and then some loss to even

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Poema, música y video: Lou Reed "Magic and Loss" 1992
Fotografía: Manuel Couceiro, Antigua fábrica de Tabacalera.
Texto: Gabriel Albiac, 1992 (cuando todavía se le podía leer :-) )

Dejo la pluma. En el tocadiscos, mientras escribía, han estado sonando los acordes de guitarra, elementales, obsesivos. De una precisión, también, demoledora. Una batería seca, al fondo, acota, con rigor de metrónomo, la espiral de su pereza. La voz rueda sobre todo ello. Sobre los acordes obsesivos de las guitarras como sobre el reloj implacable de la batería. Con negligencia, con desgana casi. Rueda. Toda la desolación del mundo está en esa voz monocorde, que, a veces, más murmura o farfulla para sí que canta. Sólo la muerte. No hay otra cosa en el Magic and loss de Lou Reed. Esa escueta maravilla que viene, en estos días, a recordarnos  ¡como si fuera necesario, como si no bastara ya con el espejo...!   que los héroes adolescentes del rock and roll tienen cincuenta años. Y que, a los cincuenta, todas las avenidas de la vida dan sobre un solo horizonte. La caducidad es el ser. Es una de esas evidencias que precisan de una vida entera para admitir ser devueltas en imágenes. Un tiempo llega, sin embargo, en que su acecho se hace inenmascarable, porque su escritura está grabada ya sobre las líneas del cuerpo. Decirlo, nada cura. Puede producir, eso sí, instantes de belleza tan puros como los que atraviesan el tiempo exorcizado de este disco. Que nadie aguarde de él consuelo. No es esa su virtud. El rock and roll es la única poesía real de nuestro tiempo. Y es también  y por ello   nuestra historia. La única a la cual nos atrevemos a asomarnos sin piedad ni vergüenza. Se está cerrando su ciclo. El ciclo de la eternidad. Esto es: el ciclo de una vida humana. Su consciencia del dolor ha ido siendo modificada por la edad. Como la de todo el mundo. La épica cedió a una lírica cansada. La muerte que alcanza ahora a los personajes de Lou Reed no tiene ya nombres ni gestos legendarios; es cotidiana y gris como la vida de los animales viejos. Al asfalto de la madrugada urbana lo suplanta la helada luz sin sombras del quirófano. A la chuta de callejón, la morfina y los sedantes. El cáncer a la sobredosis. Y al destello lunar en el filo de la navaja de las orillas salvajes, el pulcro bisturí estéril de un chamán en bata y mascarilla blancas. Al final, todos mueren. ¿Valía la pena, realmente, sobrevivir a la calle para sucumbir al hospital? Y Lou Reed canta, recita, susurra, con lo que parece una indiferencia helada y no es sino la forma contenida, matemática, perfecta, de la desesperación. Habla de los que se fueron. De sus cuerpos reventados por la proliferación celular y la tecnología médica. Hay infinita piedad en esa desolación deslizándose sobre la economía prodigiosa de las guitarras, cuya caligrafía bordea el tic-tac metronómico de la seca batería, impía como el tiempo. Todo cabe en el sencillo silogismo que aprendimos de escolares: «Todos los hombres son mortales...». Nadie saldrá de aquí vivo.

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