domingo, 17 de julio de 2011

Ondas de radio (Raymond Carver)













ONDAS DE RADIO
A Antonio Machado


Ha dejado de llover y sale la luna.
No sé nada de ondas
de radio. Pero supongo que se transmiten mejor
después de haber llovido, con el aire húmedo.
En cualquier caso, ahora puedo coger Ottawa, si quiero, o Toronto.

Últimamente, por la noche, me sorprendo a mí mismo
interesado en la política canadiense
y en sus problemas internos. Es verdad. Antes solía buscar
sus emisoras de música. Me sentaba aquí en el sillón
y escuchaba, sin hacer nada ni pensar en nada.
No tengo tele y ya no leo
los periódicos. De noche pongo la radio.

Cuando llegué a este lugar estaba intentando alejarme
de todo. Especialmente de la literatura,
de cómo te atrapa y sus consecuencias.
Un deseo en el alma de no pensar.
De quedarme quieto. Y a la vez
un deseo de ser estricto, sí, y riguroso.
Pero el alma también puede ser una afable hija de puta,
no siempre es de fiar. Y no lo tuve en cuenta.
Le hice caso cuando me dijo: Mejor cantar a lo que se ha ido
y no volverá que a lo que sigue ahí
con nosotros y seguirá ahí mañana. O no.
Y si no, da igual.
Tampoco importa mucho, dijo, si un hombre no le canta a nada.

Ésa es la voz que escuché.
¿Es posible que alguien piense así?
¿Da todo igual, realmente?
¡Qué absurdo!
Pero pensaba estas estupideces de noche
cuando me sentaba en el sillón y escuchaba la radio.

Entonces, Machado, ¡tu poesía!
Era un poco como el hombre maduro que se enamora
de nuevo. Una cosa digna de atención;
desconcertante, también.
Se me ocurren tonterías como colgar tu retrato de la pared.
Y llevarme tu libro a la cama conmigo,
dormirme con él a mano. Una noche
pasó un trén por mis sueños y me despertó.
Lo primero que pensé, con el corazón acelerado
allí en el dormitorio a oscuras, fue esto:
No pasa nada, Machado está aquí.
Y me volví a dormir.

Hoy me llevé tu libro cuando fui a dar
un paseo. “Presta atención”, dijiste,
cuando alguien se preguntó qué hacer con su vida.
Así que miré alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté con el libro al sol, en mi sitio
junto al río, desde donde puedo ver las montañas.
Cerré los ojos y me puse a escuchar el sonido
del agua. Luego los abrí y empecé a leer
“Abel Martín”.

Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
espero, incluso a pesar de lo que sé de la muerte,
que hayas recibido el mesaje que te envié.
Pero da igual si no es así. Que duermas bien. Descansa.
Antes o después espero que nos encontremos.
Entonces podré decirte estas cosas personalmente.

Traducción Jaime Priede
En la fotografía, Raymond Carver


RADIO WAVES

For Antonio Machado

This rain has stopped, and the moon has come out.

I don't understand the first thing about radio

waves. But I think they travel better just after

a rain, when the air is damp. Anyway, I can reach out

now and pick up Ottawa, if I want to, or Toronto.

Lately, at night, I've found myself

becoming slightly interested in Canadian politics

and domestic affairs. It's true. But mostly it was their

music stations I was after. I could sit here in the chair

and listen, without having to do anything, or think.

I don't have a TV, and I'd quit reading

the papers. At night I turned on the radio.

When I came out here I was trying to get away

from everything. Especially literature.

What that entails, and what comes after.

There is in the soul a desire for not thinking.

For being still. Coupled with this

a desire to be strict, yes, and rigorous.

But the soul is also a smooth son of a bitch,

not always trustworthy. And I forgot that.

I listened when it said, Better to sing that which is gone

and will not return than that which is still

with us and will be with us tomorrow. Or not.

And if not, that's all right too.

It didn't much matter, it said, if a man sang at all.

That's the voice I listened to.

Can you imagine somebody thinking like this?

That it's really all one and the same?

What nonsense!

But I'd think these stupid thoughts at night

as I sat in the chair and listened to my radio.

Then, Machado, your poetry!

It was a little like a middle-aged man falling

in love again. A remarkable thing to witness,

and embarrassing, too.

Silly things like putting your picture up.

And I took your book to bed with me

and slept with it near at hand. A train went by

in my dreams one night and woke me up.

And the first thing I thought, heart racing

there in the dark bedroom, was this -

It's all right, Machado is here.

Then I could fall back to sleep again.

Today I took your book with me when I went

for my walk. "Pay attention!" you said,

when anyone asked what to do with their lives.

So I looked around and made note of everything.

Then sat down with it in the sun, in my place

beside the river where I could see the mountains.

And I closed my eyes and listened to the sound

of the water. Then I opened them and began to read

"Abel Martin's Last Lamentations."

This morning I thought about you hard, Machado.

And I hope, even in the face of what I know about death,

that you got the message I intended.

But it's okay even if you didn't. Sleep well. Rest.

Sooner or later I hope we'll meet.

And then I can tell you these things myself.


2 comentarios:

  1. Muchas gracias por enriquecer el blog con tu información. Siempre que la publicidad venga de medios pequeños será bienvenida.

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  2. Gracias Manuel. Saludos desde Barcelona

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